Según los últimos sondeos realizados en el país germánico la actual canciller, Ángela Merkel, se encuentra primera en los sondeos con un 34% de ventaja sobre su seguidore, Peer Steinbrück, quien acumula el 25% del padrón. A nueve días de las elecciones, que entre otras cosas definirán el futuro de la Eurozona por la importancia del país teutón en ese mercado, Asunto Mundial pudo contactar a Michael Neudecker, analista político y periodista hispanoalemán.
Asunto Mundial (AS): ¿Cómo se viven los días previos a las elecciones?
AS: ¿Piensa que Alemania llegó a su máxima capacidad? ¿qué cree que le falta al país para crecer aún más?
MN: Alemania está absolutamente enraizada en Europa, por lo que su crecimiento está totalmente supeditado al crecimiento de Europa. Así pues, Alemania crecerá en la medida en que lo haga Europa como bloque económico y político. Alemania necesita el euro y necesita el inmenso territorio de libre mercado para sus exportaciones. Sin embargo, el discurso populista de Merkel de la austeridad y de la defensa del dinero del contribuyente alemán es nacionalista y atenta directamente contra el principio básico de la interdependencia Alemania-Europa. Merkel justifica su política dando lecciones a los demás. Dice que la economía de Alemania va bien porque realizó una serie de reformas en su sistema de la seguridad social y en el mercado laboral que han permitido a sus empresas rebajar los costes de producción y ganar en competitividad. Sin embargo, lo que no dice es que eso se ha hecho a costa del nivel adquisitivo de los trabajadores, un proceso que, por otra parte, se está realizando ahora en el sur de Europa de manera traumática. Esta rebaja del coste de producción basado en la moderación salarial ha permitido a las empresas alemanas mantener su competitividad en un escenario internacional en el que las economías de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) presentan cifras espectaculares de crecimiento económico. Pero sobre todo, ha permitido a Alemania mantener unas cifras de exportación y una balanza comercial con muy buenos resultados. Pero las ventajas sólo son a corto y medio plazo, ya que los terribles costes sociales en forma de trabajos muy mal remunerados e insuficientes para cubrir las necesidades de cada vez más trabajadores, en realidad están creando un escenario en el que estos trabajadores se están quedando desprotegidos frente a la próxima crisis que tarde o temprano llegará a Alemania cuando no sea capaz de mantener sus cifras de exportación y su balanza comercial por sí misma. Por lo tanto, tarde o temprano dejará su camino en solitario y necesitará a Europa para crecer y protegerse, y evitar así un derrumbe de su sociedad. Cuando Alemania necesite a la UE para seguir siendo una potencia, entonces es cuando realmente se abrirá un debate sobre el poder en Europa, ya que ahora Alemania está actuando por su cuenta.
AS: Actualmente el oficialismo alemán tiene como socio al Partido Demócrata Liberal, ¿Merkel se mantendrá junto a sus actuales aliados o podrá cambiarlos por la fuerte presión europea?
AS: ¿Qué espera el pueblo alemán para quien sea el nuevo o la nueva mandataria?
MN: En general los alemanes son muy conservadores. Esperan estabilidad política y bienestar económico. Los gobiernos se caracterizan por sus largos años de existencia. La República Federal de Alemania tiene 64 años, 30 de los cuales fueron gobernados por sólo dos cancilleres: Adenauer (1949-1963) y Kohl (1982-1998). Son dos ejemplos de la cultura de la estabilidad, que hizo también posible la gran coalición SPD y CDU entre 2005 y 2009 para evitar una nueva cita electoral cuando no hubo posibilidad de crear gobiernos de otra manera. Por eso a partir de septiembre los alemanes exigirán mantener esa estabilidad, lo que hace que no se deba descartar una nueva gran coalición teniendo en cuenta las actuales previsiones de resultados que impiden una hegemonía clara para alguno de los dos grandes polos políticos. Esa estabilidad política tiene que venir acompañada de la continuidad de los buenos datos económicos. Aunque de manera general ha bajado el nivel salarial y ha aumentado la precariedad, es cierto que la actual tasa del paro del 5,3% es prácticamente de pleno empleo. Eso da confianza a una población que vive con la conciencia de que la economía de Alemania va bien y que tienen trabajo, mientras están rodeados de países en los que la economía va mal y el paro es altísimo. Esto da una sensación de privilegio y también de temor de que la crisis se pueda contagiar a Alemania. Aquí es donde el discurso maternal y protector de Merkel ha conseguido una aceptación altísima, ya que está diciendo a los alemanes que están haciendo bien las cosas y que por eso no pagarán las consecuencias. Esta es la razón por la que la o el canciller que gobernará Alemania entre 2013 y 2017 tendrá la difícil tarea de apartarse a este discurso si no quiere sufrir las consecuencias de una enorme impopularidad. Es decir, los alemanes esperan que el próximo mandatario alemán ofrezca estabilidad y garantice el bienestar, aunque sea a costa de todo lo demás.
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Asunto Mundial (AS): ¿Cómo se viven los días previos a las elecciones?
Michael Neudecker (MN): Los
medios de comunicación alemanes son unánimes al calificar la campaña electoral
de intrascendente e incluso de previsible y aburrida. Al menos hasta la semana
pasada, cuando Peer Steinbrück, el candidato socialdemócrata y aspirante a
derrotar a Angela Merkel, hizo una actuación más que notable en el único debate
televisado entre ambos, y después del cual se han ido recortando las distancias
que comenzaron por ser casi abismales. En Alemania no hay crisis económica y
los temas de la campaña electoral son los clásicos que enfrentan a la derecha y
a la izquierda: crecimiento económico frente a protección social y
medioambiental. Pero la crisis sí está presente, inconscientemente y siempre amenazando. Los alemanes ya no viven tan bien como antes. Es
la cuarta economía mundial, pero la precariedad laboral ya afecta al 22% de los habitantes y los
recortes en los sistemas de la seguridad social y en la prestación de seguro de
desempleo son una realidad palpable. Con una tasa de paro de sólo el 5,3% ahora
la inmensa mayoría tiene un empleo que le proporciona ingresos, pero ¿qué
pasaría si la crisis llega a Alemania y los trabajadores se encuentran
desprotegidos y con una red social recortada? Esa es la gran baza discursiva de
la izquierda, que se centra en las injusticias sociales y el recorte del estado
del bienestar, mientras que la derecha confía en que la economía alemana
resistirá a largo plazo.
AS: Los últimos índices arrojados
por varias consultoras ubican a la canciller, Ángela Merkel, con un 60% de
aprobación popular ¿es posible, por como se vienen dando las campañas
electorales, que haya alguna sorpresa en las urnas o ya se puede adelantar otra
reelección de la oriunda de Hamburgo?
MN: En política nunca se
debería dar nada por sentado. Existen numerosos ejemplos en la historia de
casos que parecían claros, de candidatos que iban a vencer fácilmente, y que al
final resultaron derrotados o sufrieron muchas dificultades. Es cierto que en
Alemania la tendencia en los últimos meses ha sido la de una hegemonía
prácticamente monolítica de Angela Merkel en las encuestas. Sin embargo, en los
últimos días hay estudios que comienzan a romper esa imagen. Por ejemplo,
después del ya mencionado debate televisado entre Merkel y Steinbrück, este
último ha aumentado su nivel de aceptación y su partido, el SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania), ha subido en
intención de voto. Es cierto que el 28% del SPD es bastante inferior al 40% del oficialista CDU (Unión Demócrata Cristiana), el partido de Merkel, sin embargo en Alemania los gobiernos se hacen
con coaliciones, y en los últimos días las diferencias entre las dos grandes
coaliciones está menguando. Al final, si la suma de los tres partidos de
izquierda (SPD, Verdes y Linke) supera a la de la derecha (CDU y FDP), Merkel
puede tener problemas, y hoy la izquierda tiene un 46% mientras que la derecha
un 45% según una encuesta de la televisión pública alemana ARD.
AS: La revista
alemana, Der Spiegel, publicó: "La campaña electoral alemana ha paralizado
al continente de una manera nunca antes vista en la historia de la Unión
Europea" ¿cómo cree que reaccionaría el continente en caso de perder la
mandataria?
MN: Es
cierto que el miedo de Merkel a actuar en Europa de manera que pueda perjudicar
a su campaña es evidente. Ella ha utilizado el relato: “Alemania es el
país responsable que hace los deberes y paga sus facturas a tiempo frente a los
demás países menos serios, sobre todo los del sur, que engañan en las cuentas y
viven del dinero del contribuyente alemán”. Ese es el discurso con el que
justifica su política de austeridad. Sin embargo, la realidad es que Alemania
es el país más fuerte de la UE y eso le convierte de facto en su líder. Ese
liderazgo implica tomar medidas y realizar compromisos para combatir la crisis,
o mejor dicho, para limitar sus consecuencias. Y eso a su vez cuesta dinero que
solamente puede salir del contribuyente alemán. Actuar en Europa contra la
crisis supondría así una grave contradicción para Merkel, por lo que prefiere
no hacer nada. Un ejemplo de los riesgos que corre es el del error cometido por su ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, que anunció
públicamente la necesidad de un nuevo rescate a Grecia, fundamentalmente con
dinero alemán. Esto abrió una profunda crisis de credibilidad en el Gobierno en
plena campaña electoral.
Por
otro lado, en caso de ganar una coalición de partidos de izquierdas deberían cambiar los
parámetros utilizados para combatir la crisis en Europa. Al menos ese es el
compromiso electoral del partido Socialdemócrata, que asegura que pondrá fin a la política de
austeridad de Merkel. En concreto el líder de este partido, Steinbrück, ha afirmado textualmente que “la superación de la crisis europea va a costar dinero. Será así: a Alemania solamente le irá bien si la va bien a nuestros vecinos”.
El SPD se presenta frente a Merkel como la opción de la justicia social. Eso
incluye también la relación de Alemania con el resto de Europa, aunque el
discurso del contribuyente agraviado es demasiado poderoso y popular como para
rechazarlo sin esperar un importante desgaste e impopularidad.
Sin
embargo, no olvidemos que, hoy por hoy, Steinbrück sólo pude ser canciller si
le apoya el partido de izquierda Die Linke, que se caracteriza por su crítica
directa y brutal contra el sistema financiero y el origen de la crisis.
Steinbrück tendría que cambiar las reglas del juego en Europa aunque sólo fuera
porque sus socios minoritarios se lo exigirían para mantener su Gobierno. Se
abriría así una nueva fase en Europa que implicaría no sólo cambios en la lucha
contra la crisis sino en el propio diseño de la UE. Por lo tanto, la reacción
del resto de estados europeos a una derrota de Merkel sería, seguramente, de
expectativa y de incertidumbre. La pregunta sería ¿y ahora qué? A ello se
añadirían los correspondientes castigos en las bolsas al nuevo gobierno de
izquierdas y ataques desde los mercados, que no aceptarían tranquilamente un
cambio de las reglas que les perjudicaría claramente. En resumen, Steinbrück
tendría un problema grave: por un lado una izquierda que sostendría su gobierno
y que le exigiría actuar contra la impunidad del poder financiero y cambiar las
relaciones alemanas con sus vecinos, y una población mayoritaria que no estaría
dispuesta a cargar con los costes económicos que supondría reconstruir la
economía europea sin compensación, y sobre todo un poder financiero que no
aceptaría cambios en sus privilegios.AS: ¿Piensa que Alemania llegó a su máxima capacidad? ¿qué cree que le falta al país para crecer aún más?
MN: Alemania está absolutamente enraizada en Europa, por lo que su crecimiento está totalmente supeditado al crecimiento de Europa. Así pues, Alemania crecerá en la medida en que lo haga Europa como bloque económico y político. Alemania necesita el euro y necesita el inmenso territorio de libre mercado para sus exportaciones. Sin embargo, el discurso populista de Merkel de la austeridad y de la defensa del dinero del contribuyente alemán es nacionalista y atenta directamente contra el principio básico de la interdependencia Alemania-Europa. Merkel justifica su política dando lecciones a los demás. Dice que la economía de Alemania va bien porque realizó una serie de reformas en su sistema de la seguridad social y en el mercado laboral que han permitido a sus empresas rebajar los costes de producción y ganar en competitividad. Sin embargo, lo que no dice es que eso se ha hecho a costa del nivel adquisitivo de los trabajadores, un proceso que, por otra parte, se está realizando ahora en el sur de Europa de manera traumática. Esta rebaja del coste de producción basado en la moderación salarial ha permitido a las empresas alemanas mantener su competitividad en un escenario internacional en el que las economías de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) presentan cifras espectaculares de crecimiento económico. Pero sobre todo, ha permitido a Alemania mantener unas cifras de exportación y una balanza comercial con muy buenos resultados. Pero las ventajas sólo son a corto y medio plazo, ya que los terribles costes sociales en forma de trabajos muy mal remunerados e insuficientes para cubrir las necesidades de cada vez más trabajadores, en realidad están creando un escenario en el que estos trabajadores se están quedando desprotegidos frente a la próxima crisis que tarde o temprano llegará a Alemania cuando no sea capaz de mantener sus cifras de exportación y su balanza comercial por sí misma. Por lo tanto, tarde o temprano dejará su camino en solitario y necesitará a Europa para crecer y protegerse, y evitar así un derrumbe de su sociedad. Cuando Alemania necesite a la UE para seguir siendo una potencia, entonces es cuando realmente se abrirá un debate sobre el poder en Europa, ya que ahora Alemania está actuando por su cuenta.
AS: Actualmente el oficialismo alemán tiene como socio al Partido Demócrata Liberal, ¿Merkel se mantendrá junto a sus actuales aliados o podrá cambiarlos por la fuerte presión europea?
MN: Merkel desea fervientemente
mantenerse en el poder junto a sus socios actuales del Partido Demócrata Liberal. Son los socios
naturales de la CDU desde los años 80 y comparten la inmensa mayoría de su
discurso económico y político. De hecho, la propia FDP ha enfocado su campaña
electoral en la movilización de los votantes de la CDU en su favor atizando el
miedo a una posible coalición de izquierdas. Necesitan superar la barrera
electoral del 5% de los votos para poder tener representación parlamentaria y
entrar así en el Gobierno. Por el momento eso no está claro, ya que el FDP no
consigue remontar desde hace meses precisamente el 5% en las encuestas de
intención de voto, lo que supone un margen muy estrecho para el día de las
elecciones en el que todo puede pasar, incluso no llegar a ese 5%. En ese caso
Merkel tendría un grave problema ya que podría ser superada por la coalición de
la izquierda.
Pero para que así sea se debe
cumplir una condición que favorece a Merkel: para que la izquierda gobierne Alemania
hoy por hoy necesitaría contar con Die Linke, un partido que se escapa de la
tradicional colaboración entre SPD y Verdes. De hecho, es la heredera de los comunistas
de la antigua República Democrática Alemana. Es decir, es una organización en
muchos sentidos enfrentada a los socialdemócratas, que tampoco se fían de ellos.
No está claro que pueda existir un entendimiento entre ambas partes y menos
para formar el gobierno que dirigirá Europa. Tampoco es previsible que Steinbrück
quiera firmar una hipoteca con este partido, aunque sería su única oportunidad
para ser canciller.
Sin embargo, existiría una
oportunidad para el SPD de entrar en el Gobierno, aunque sin su candidato a la
cabeza. Debería reeditar la gran coalición con Merkel, un gobierno CDU y SPD como el
que ya gobernó entre 2005 y 2009. Merkel vería esta solución como un mal menor
ya que ella seguiría siendo canciller y el SPD a largo plazo acabaría
completamente desacreditado como opción de izquierdas. Los socialdemócratas perderían
toda su credibilidad al pactar de nuevo con una CDU a la que responsabilizan de
la injusticia social en Alemania. Ya en las elecciones de 2009 la participación
del SPD en la gran coalición fue castigada con un 23% de los votos, el peor
resultado de su historia, y eso podría repetirse en 2017 si vuelven a pactar.
Sin
embargo, existen otras posibilidades más exóticas, como entre CDU y los Verdes.
Muchos autores apuntan a una posible colaboración entre ambos, que no estaría
mal vista por Merkel, pero que sigue siendo rechazada masivamente en el seno de
los Verdes. Es muy poco probable, por ahora. AS: ¿Qué espera el pueblo alemán para quien sea el nuevo o la nueva mandataria?
MN: En general los alemanes son muy conservadores. Esperan estabilidad política y bienestar económico. Los gobiernos se caracterizan por sus largos años de existencia. La República Federal de Alemania tiene 64 años, 30 de los cuales fueron gobernados por sólo dos cancilleres: Adenauer (1949-1963) y Kohl (1982-1998). Son dos ejemplos de la cultura de la estabilidad, que hizo también posible la gran coalición SPD y CDU entre 2005 y 2009 para evitar una nueva cita electoral cuando no hubo posibilidad de crear gobiernos de otra manera. Por eso a partir de septiembre los alemanes exigirán mantener esa estabilidad, lo que hace que no se deba descartar una nueva gran coalición teniendo en cuenta las actuales previsiones de resultados que impiden una hegemonía clara para alguno de los dos grandes polos políticos. Esa estabilidad política tiene que venir acompañada de la continuidad de los buenos datos económicos. Aunque de manera general ha bajado el nivel salarial y ha aumentado la precariedad, es cierto que la actual tasa del paro del 5,3% es prácticamente de pleno empleo. Eso da confianza a una población que vive con la conciencia de que la economía de Alemania va bien y que tienen trabajo, mientras están rodeados de países en los que la economía va mal y el paro es altísimo. Esto da una sensación de privilegio y también de temor de que la crisis se pueda contagiar a Alemania. Aquí es donde el discurso maternal y protector de Merkel ha conseguido una aceptación altísima, ya que está diciendo a los alemanes que están haciendo bien las cosas y que por eso no pagarán las consecuencias. Esta es la razón por la que la o el canciller que gobernará Alemania entre 2013 y 2017 tendrá la difícil tarea de apartarse a este discurso si no quiere sufrir las consecuencias de una enorme impopularidad. Es decir, los alemanes esperan que el próximo mandatario alemán ofrezca estabilidad y garantice el bienestar, aunque sea a costa de todo lo demás.
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